LAS VERGÜENZAS DEL ÉBOLA                    

14.01.2017

Alimentación del tercer mundo
Alimentación del tercer mundo












Fosa de un cadaver lactante
Fosa de un cadaver lactante





Ritual de enterramiento
Ritual de enterramiento






Microscopía electrónica del virus del Ébola
Microscopía electrónica del virus del Ébola






Caracteres corporales de los paises ricos y el mundo africano
Caracteres corporales de los paises ricos y el mundo africano








El mundo próspero, hasta la fecha solo ha intentado eludir cualquier responsabilidad del Ébola, más para nada luchar contra él. Alardea de haber presentado medidas supuestamente accesibles y efectivas, aunque solo son para contener y protegerse de su epidemia, tales como:

"Identificar e investigar todo sospechoso hasta confirmar su mal, que si lo hubiere, será tratado y aislado en prevención de expandirse; recomienda igualmente impartir una eficaz cultura sanitaria, que aporte los fundamentos suficientes y capaces de generar confianza y aceptación poblacional; dictaminará así mismo, un total impedimento del consumo de carnes clandestinas, especialmente si proceden del reservorio natural del virus (murciélago); y la más conflictiva de todas ellas, que prohibirá todo ritual funerario que entrañe riesgo de contagio."

Normas éstas, tan precisas y pulcras como revolucionarias, aunque nunca aptas para países atormentados por una extrema pobreza, tan limitados en cultura como en urbanismo; diezmados por la enfermedad y las guerras. Además de sometidos a los caprichosos bramidos de la cruel naturaleza, con supersticiosas creencias ancestrales tan rudimentarias como intolerantes del modernismo, y demás prototipos científicos de última generación.

Los lugares especialmente azotados por la desgracia como Sierra Leona, Guinea y Liberia, ofrecen porcentajes de alfabetización del 35,1; 41 y 60,8 %, sus decadentes sistemas sanitarios limitados a 10 médicos por cada millón de habitantes, además de perpetuas e irreparables faltas en enfermería experimentada y grandes deficiencias hospitalarias en material básico de protección. Donde los cortes de fluido eléctrico y la escasez de agua es su estado habitual, que amenazan y desaniman al iniciado sanitario en el cumplimiento de sus arduos menesteres.

Las poblaciones más afectadas por el virus sufren de una doble dolencia. A su actual situación, debemos añadir la sempiterna pobreza que aqueja a sus gentes. No es posible controlar tal epidemia en África sin mejorar previamente sus condiciones de vida, se debe eliminar la miseria que permite y facilita el crecimiento y propagación del Ébola Zaire, especie responsable de tal desdicha.

Las sagradas ceremonias que adornan los actos de tránsito y desenlace de sus vidas terrenales, extremadamente rigurosas y artesanales, con fervorosa implicación de personas íntimas al finado. Cumplirán ineludibles tareas con el infecto cadáver. Los venerables ancianos, implacables jueces de los ritos póstumos y fieles testigos de las últimas voluntades, pueden desquiciarse al sentirse amenazados u ofendidos, por profanar tan lúgubres actos con bruscas e imprevisibles reacciones, in extremis con fatales desenlaces para los osados intrusos. En Guinea existen antecedentes de asesinato de un grupo sanitario, que tan solo pretendían instruir a los aborígenes sobre las libertinas y peligrosas prácticas mortuorias.

Los enterramientos suponen su máximo riesgo, por el descontrolado poder de diseminación de la enfermedad. Sus invitados no solo se limitan a despedir el féretro sino que rinden temerario homenaje al difunto: le amortajan, le besan, contactan con él, e incluso ingieren el agua de su lavado en señal de respeto. La carga viral es máxima en los momentos previo y posterior al óbito, lo que justificaría que tras la celebración de un duelo, se hayan detectado 365 nuevos casos, duplicándose e incluso cuadruplicándose los contagios a los 21 y 42 días, del macabro acontecimiento.

La incultura junto a la brujería y el escepticismo hacen que ante la falta de médicos se recurra a curanderos y no se acepte la nueva enfermedad: la detección de sus primeros síntomas, hace creer a sus nativos en la influencia de los malos espíritus; el inicio de un nuevo brote significaría tildar al poblado de maldito, y sus autoridades sanitarias lo aislarán totalmente condenándolo a la ruina, el hambre y la miseria; también la orfandad acarreará un inmerecido y maléfico sambenito al solitario e indefenso vástago.

El Ébola ha paralizado la economía africana y sus hospitales han irrumpido toda actividad por miedo a infectarse. Ni la enfermedad presenta un contagio fácil, ni su virus es extremadamente resistente: lo uno solo requiere evitar todo contacto directo de los enfermos, sus cadáveres o los fluidos corporales que lo representan (sangre, vómitos, saliva, sudor o excretas); para remediar lo otro, simplemente se debe practicar el lavado de manos y el uso de lejías, detergentes y agua caliente.

La inhóspita limitación de viajeros con destinos próximos a los focos de infección, o las impertinentes encuestas de aeropuerto, quedan desfasadas y obsoletas ante un audaz y letal virus filamentado, de fugaz inicio asintomático y conflictivo periodo de incubación (2-21 días), con una capciosa y confusa sintomatología, tan banal como burlona, al suplantar otras dolencias, y evadir astutamente las presuntas infranqueables fronteras.

Aún todavía, en ausencia de una eficaz vacuna, solo la hidratación del enfermo junto a un elemental paracetamol como antitérmico y algún básico antibiótico en caso de sospecha infecciosa, disminuiría la mortalidad del 90% al 25%. Aunque tal evidencia no es accesible a cualquiera y las dotes que confiere resultarían imposibles en esos lugares proscritos.

Tampoco la enfermedad goza de alto poder de contagio, pues un afectado de Ébola es capaz de infectar hasta 2 personas, mientras el aquejado de Sarampión o Tosferina puede inocularlo a 20 individuos; hasta podríamos hablar de la desaparición de la enfermedad si su promedio de transmisión fuese igual o inferior a uno.

El cambio climático además de la facilidad en las comunicaciones, hace posible que enfermedades erradicadas, cuyos portadores pudieran ser los mosquitos, se adapten a zonas donde no solían existir, y sea cual fuere la ponzoña nos volvería a azotar otra vez.

Desde la globalización, estrategia de enriquecimiento de solo unos cuantos, sin políticas de desarrollo para las comunidades o poblaciones más débiles. Una alerta sanitaria grave, debiera ser abordada mundialmente, bajo rigurosos y coordinados convenios internacionales, costeados siempre por las potencias poderosas, pues ellas fueron destacadas abusonas de cuantas políticas comerciales se gestaron.

Se ha de higienizar el tercer mundo, se les debe. Tenemos la obligación de aliviar su hambre y corregir su pobreza, pues hemos influido a ello. Redimiremos así nuestra mala conciencia, eliminaremos los demonios del pasado y quizá, todavía estemos a tiempo de reformar tan caprichosa y malcriada humanidad.   

                                                             A Flori

                                                                                    

                         Dr. Cayetano F. J. Pérez Gómez

                                    Murcia 6/12/2014