MUERTOS DE RISA
" Cada año mostramos el solemne respeto acostumbrado al mas allá. Las necrópolis lucirán sus mejores galas florales, sus habitantes, los amos del tiempo, los dioses del sueño y señores del silencio, mantendrán la compostura a tan emblemático y agitado día. Quebrantando su habitual hastío entre la rigurosa disposición de sus solitarias y monótonas tumbas. Como obediente y expectante ejercito a la orden de un fatuo jefe militar. Después reinará su paz."
La huerta de Murcia iniciará ese raudo y traidor descenso permitido a los termómetros en su época otoñal. La aurora pactará con la madrugada, sorprederán los primeros frios engatusando y alegrando a la vieja y cansada castañera, presto deshollinará sus antiguos y mugrientos enseres creados ad hoc. Dejándose ver por doquier o delatada por sus inconfundibles aromas.

Envidiosos comerciantes imitarán a la ilustre vendedora, advertidos por el negocio fácil, que ofrecerán sus tentadores mercadillos de la tierra: arrope y calabazate, mieles, frutas glaseadas y otros manjares de temporada; algunos con funestos nombres que evocan a la muerte o sus afines. Tan pecaminosas golosinas dejarán imborrables huellas en el desobediente glotón hasta desatar la furia del impertinente y estricto galeno.

España tomó prestada esa tradición yanqui de <la noche de Halloween>, desde entonces nuestros pequeños se disfrazan de personajes relacionados con la morgue, presididos por las brujas calabazas. Los antiguos corrales de comedia ofrecerán soberbias representaciones del eterno Zorrilla, desempolvando viejos y sudados atuendos de nuestro inmortal teatro clásico con guiones escritos en viejos pergaminos, que en honor a su edad lucirán roidos, desgastados, en ocasiones hasta ilegibles. Victimas del abandono en destartalados baules, olvidados en los polvorientos desvanes, recuperados impolutos para tan orgullosa ocasión.

Las visitas a cementerios nacionales cumpliendo el fiel legado familiar, o curioseando ilustres camposantos con ocultos tesoros escondidos como el ingles de Highgate, el cubano de Santa Ifigenia o la Recoleta en Buenos Aires, incluso alguno judío en Praga o Alemania, que no acierto a recordar sus farragosos nombres. Sus tumbas, panteones, criptas, mausoleos...,mostraban autentico arte a la intemperie. Me hicieron dudar si en vida la víctima vivió tan lujosamente, o su opulencia fue póstuma y sierva en las cárceles de su austeridad.

Ilustrando y embelleciendo tan soberbios templos, presentan al difunto cual maestro de ceremonias que porta celosamente sus epitafios, la dictadura de la modernidad impondrá sus normas en tan curiosas escrituras. Tales recados lapidarios de ultratumba son tradiciones milenarias, Grecia y Roma ya los utilizaban; en el Siglo de Oro fue disciplina escolar y sus avezados escribas demostraron su sagaz e ingenioso talento literario. Se estructuran en dos partes diferenciadas, el narratio, que declara el hecho objetivo y una sagaz reflexión o acumen. Con ellos deleitaban, sorprendían o conmovían. Son chulescos actos que exhibe la ingeniosa capacidad conceptual y verbal de su autor.

Tales ocurrencias lapidarias son usanzas milenarias, graciosas, atrevidas, descaradas, afiladas, mal intencionadas, vengativas, o terroríficas. Cualquier extravagancia que defina la genialidad del ausente será aceptable. Pretenden centrar la atención del visitante, provocar una parada voluntaria, robarle una fracción de su tiempo, despertando interés. Según el poder de persuasión del cadáver dispondrán que el vivo pase de largo, atienda su petición si la hubiere o acepte de buen o mal agrado la queja, el lamento, enfado, venganza o amenaza. Estos reclamos de atención sobrehumanos cargados de fuerza y personalidad pueden agradar, disgustar, hacer reír o pensar e incluso aterrorizar. Hacer fabulas con los epitafios tiene su encanto, mas para su éxito, preferible será ultimar los detalles con pago previo al fatidico desenlace. Aún así, nunca tendremos la seguridad de su culminación.
Tras la experiencia transmitida de una amplia colección de epitafios consultados, resultaría imperdonable no compartir unos pocos seleccionados por su belleza y el excelente tono burleso del atrevido occiso, sin derecho a réplica. Su ocurrencia, sarcasmo, crueldad y descaro, cautivaron mi atención. La ingenuidad transmitida hizo que disfrutase de un alegre y ameno instante. Deseo causen una agradable y relajada sensación en mis lectores.
Amenizaré la curiosa recuperación con ligeras connotaciones de humor, que conviertan ese aciago final terrenal, tan evidente e ineludible, en algo más bufo y guasón que lo muestran sus lápidas:
La atención médica no pareció ni oportuna ni eficaz. Para erradicar ese malestar, lo mejor sería protestar:
<Fallecido por la voluntad de Dios y con la ayuda de un médico imbécil>
Aunque dudó de la pericia del doctor, nadie arropó su moción:
<Os dije una y otra vez que aquel galeno no era de fiar>
Reconocer escasez en el arte de curar no es errar, es saber bien asimilar:
<Aquí yace uno por quien yacen muchos de este lugar>
Sinceridad se ha de mostrar hasta el final, especialmente si toca ahora cambiar:
<Descansa aquí mi querida esposa. Recíbela Señor con la alegría que yo te la mando>
El Ingenio y la cultura seguro te alejarán de la sepultura:
<Acá yace, Juan García, que con un fósforo un dia fue a ver si gas había...y había>
Con tanto puritanismo y estrechez nada mejor tendrás que hacer:
<Yace aquí, Isabelita, que por buena y no querer, se fue para allá con muy poquito placer>
Menudo talante mostró tan hábil y deslenguado amante:
<Aquí yacen los polvos de mi querida, que los tuvo maravillosos en su vida>
Los finados bien han demostraro que con risas, sarcasmo y diversión, su tránsito transcurrió agradable y con honor. Cuando alguien se aferra a la tristeza, el llanto, el lamento y el dolor, nunca encontrarán tan noble transición. Jamás nadie escapó vivo de esta vida aunque usare su extrema cordura, su firmeza y discreción en su última gran citación.
A Mercedes, aunque nunca lo leerá.
Murcia 1 de noviembre de 2018.
Dr. Cayetano F. J. Pérez Gómez