NATURA DEMONIA EST





Los fascinantes descubrimientos científicos acontecidos en el "Siglo de Oro", no evitaron frenar la acusada influencia de mitos populares y superstición sobre sus habitantes; lo que desataría un atroz confusionismo en tan burda e inculta sociedad. Hubo pues, de cohabitar ciencia, religión y superchería.
La época ofrecía pocos respiros, con escasas y caóticas expectativas de vida a gentes presa fácil de la enfermedad, las epidemias, las hambrunas y la pobreza. Tamaños estragos recaerían especialmente sobre plebeyos.
El mundo rural convivía con los fieles animales de carga, el urbano sin conseguir alejar cloacas e inmundicias de sus ciudades, que cual nauseabundo dragón emanaba insoportable hedor. La falta higiénica individual, doméstica y pública conferiría a la enfermedad sublimes candidatos, donde la parca se ensañaba enmascarada con disparatados disfraces de carbunco, peste bubónica, difteria, tifus, sífilis, viruela, paludismo y demás padecimientos.
Ante semejante y desolador panorama, las ferocidades que podían cometerse en nombre del saber galénico eran muchas, pues junto a médicos, cirujanos y boticarios, también se prestaban a plagiar el noble arte de curar los algebristas, batidores de cataratas, hernistas, barberos, sangradores, parteras y otros.
La praxis médica de "inspiración galénica", consideraba la enfermedad como desequilibrio entre humores, que para su restauración se recurría a despiadadas y diabólicas sangrías, cruentas lavativas y dramáticas purgas; lo que provocaría horrorosos desenlaces o cuanto menos trágicas consecuencias siempre de magna envergadura a la dolencia. Tales remedios eran ejecutados por barberos, verdaderos cafres de la curación; cirujanos de cuota, que aunque nunca conocieron universidad alguna, su cualificación se limitaba a satisfacer impuestos con la realeza; los médicos menores, cuyo apelativo delataba, sin lugar a duda, su lejanía ante la buena disposición en las mañas curativas; y finalmente boticarios.
Quevedo, quejoso y desencantado con lo mundano, humillado por la genética tras el azote de imborrables signos de una marcada cojera y acuciada miopía, que junto a sus miedos acrecentados por sus dramáticos cautiverios y los castigos infringidos en ellos, mermaron su frágil estado orgánico. Aunque pretencioso, petulante y orgulloso, nunca reconocería su precario estado de salud. Quien como represalia, mostraba gran saña y odio hacia el saber médico.
Sin ánimo de ofender a las buenas gentes del curar, interpretaré bufos, sátiros y burlescos pasajes como creo correspondería a un sorprendente periodo en que la picaresca, el timo y la patraña en un mundo falso y embustero, justificaría la pugna por "llenar la cuchara", al menos una vez al día, como se acostumbra a decir en botica.
Tanto los médicos como los boticarios eran considerados enemigos del cuerpo, preferible será despilfarrar dinero en ahuyentarlos que no en engordarlos. Ambos son definidos como, <doctores galenistas y boticarios droguistas>. Ante las llagas, se aclaraba a desvalidos, -debéis cuidaos de los boticarios y si padecéis de enfermedades, moriréis si las curan los médicos. Recomendaba que si se ha de morir, mejor hacedlo de repente, no arruinado por médicos o empeñado en boticas. Rogad al cielo, pues es mejor morir antes de enfermo que de curado para ahorrar en consultas y boticas. El oficio médico es arte de difuntos y los boticarios tienes con el diablo el pacto explícito de las purgas. Recurrid al médico cuando estéis bueno y dadle dinero porque no estéis malo, nunca le llaméis para que os quite dolencias alguna, no lo hará, pues vive de ello.
Aconseja que todo galeno que se precie, deambulará por calles a deshoras, para que la gente crea que goza de abundante parroquia, que logra grandes atinos y es requerido para reparar imposibles entuertos. Pedid a vuestros amigos que llamen a tu puerta gritando de cuando en cuando y manifestando que le requiere tal Duque o que tuvo un infortunio cual Obispo, para que se chismorree entre la vecindad la nobleza de tus pacientes, así aumentará tu demanda y engordaras tus arcas. Invade zaguanes de tus semejantes para que confundan si entras o sales, y comprueben que siempre estas ofreciendo celosos servicios.
Se define al médico como docto oficio, cuya ciencia consiste en la mula, usar atuendos caros e ir ensortijado; pues teniendo esto, aunque no haya visto libro alguno, curarás y serás digno doctor; si andas a pie, aunque seas galeno eres "platicante", pues una cosa es el ser, y otra muy distinta e importante el parecer.
La ciencia a aplicar, será sencilla: utilizarás dos refranes para colarte en las casas, ¡veamos!, ¿que tenemos?...¡venga el pulso!, que simularás la inclinación de la cabeza, ¿ha tenido frio?. Tras la respuesta del desdichado, el médico contestará, -se echa a ver; ¿duró mucho?, después de hablar el ignorante, el doctor agregará -se conoce. Entonces aconsejarás que cene poco y ligerito, si dice que no puede, replicarás, -pues inténtelo. Recetarás lamedores, jarabes y purgas para que tenga que vender el boticario y sufrir el enfermo. Pide orines, míralos a lo claro, tuerce la boca, pon extraña faz y gesticula. Sangradle y echadle ventosas, repetidlo esto una y otra vez hasta que dure el enfermo o la enfermedad. Si vive y te paga, di que llegó tu hora; y si muere, que llegó la suya.
Quevedo a pesar de su acritud y hostilidad hacia la medicina, al final de sus días y sospechada su muerte, solicitó licencia para médico y boticario que aliviara su sufrimiento y facilitara su paso al más allá.
Sin interés alguno por refrenar mi lengua y mucho menos dejar escapar a las escasas musas, lejos de contraer secuelas por ello y ser jugosa disputa de esos locos por el fonendo. Osé dejar libre mi cálamo además de la imaginación.
1/6/14
Dr. Cayetano F. J. Pérez Gómez
Nota. El latinajo del título era usado como muletilla por antiguos galenos, si durante la convalecencia surgía un imprevisto, frecuentemente con simultánea participación de la morgue. Su traducción es algo así como <la naturaleza es un demonio>.